El otro día hablaba con una dermatóloga y me decía que últimamente le están llegando muchxs pacientes con problemas de la piel y que cuando les pregunta cuáles son los productos que usan en su rutina, le sacan una lista de mil cosas distintas. Y esta dermatóloga me decía “es que todo el mundo replica las rutinas complicadísimas que ven en Tiktok y el problema ni siquiera es que estén usando malos productos, es que saturan a la piel de producto, sobre exfolian o usan limpiadores muy agresivos y terminan con la piel deshecha.”
Y eso me llevó a una reflexión interesante sobre la salud mental, porque creo que nos pasa exactamente lo mismo. Vemos tantos conceptos nuevos y tantas ideas de cómo cuidar nuestra salud mental que al final se siente más como un trabajo agotador que otra cosa.
ES DEMASIADO.
Otra cosa que me compartía mi amiga dermatóloga es que hay productos para el cuidado de la piel que no puedes empezar a usar de un día para otro. Me hablaba particularmente del retinol y la vitamina C, dos ingredientes que pueden ser bastante agresivos para algunas pieles y que es importante consultar con unx especialista cuál es la mejor forma de empezarlos a usar o si es algo que haga sentido para nosotrxs.
Y cuando me decía eso vino inmediatamente a mi cabeza lo que yo pienso que es el equivalente a eso en salud mental: EL AMOR PROPIO.
Ya he hablado mucho sobre esto porque me parece que proponer al amor propio como solución a todos nuestros problemas es irresponsable y simplista, pero recientemente he estado teniendo todo un cuestionamiento adicional sobre qué es lo que se pretende lograr a través del amor propio.
Y he llegado a la conclusión de que a veces amarnos a nosotrxs mismxs nos exige ser algo que nunca vamos a ser.
Porque nos pide ser algo estático, en su forma final. "Me amo porque me conozco, amo eso que sé que soy", pero...¿qué somos?¿quiénes somos?¿en algún punto realmente somos algo o en realidad siempre estamos siendo?
Tal vez el amor propio no debe ir dirigido hacia la idea estática de lo que creemos que somos, porque nuestra identidad, como la vida, es fluida; se transforma, se adapta. Hoy seré una versión de mí distinta a la que seré mañana y si lo que trato de amar es esto que soy hoy, tal vez cuando no pueda serlo más, ese amor se vaya también.
Y es así como ese "amor" se puede convertir también en un lastre para el cambio, para seguir convirtiéndome en algo más, para darle espacio a la oscuridad o la angustia que también tengo que abrazar para seguirme construyendo.
Y entonces me parece que no se trata de "amarnos a nosotrxs mismxs", sino encontrar la forma de amar el proceso de siempre estar siendo algo distinto, que se adapta, que muta, que a veces ofrece claridad y otras solo nos puede dar preguntas. Porque eso que somos hoy es solo un punto en la línea continúa que es nuestra existencia.
Y cuando todo se enfoca en "amar" o "no poder amar" ese punto que somos hoy, perdemos de vista que ese amor en realidad debería ser el viento en las velas y no el ancla.
Porque amarnos no implica vernos y decir "esto soy, estoy en paz, no necesito que nada cambie", sino decir "que increíble tener la capacidad de navegar tanto, que increíble no poder conocer todavía todos los lugares a los que iré, estoy en paz con lo que soy en este punto del tiempo, no porque me parece perfecto o ideal, sino porque sé que se seguirá transformando y entre más avanzo más claridad tengo sobre el mapa que quiero trazar."
Y entonces he entendido que para mí no hace sentido que la meta sea "amarme", porque lo que en realidad quiero aprender a amar es el proceso que soy. Porque eso no condiciona el amor para que solo lo reciban las versiones de mí que me parecen merecedoras o completas, sino que esparce el amor a través de todo lo que soy, porque cada una de esas partes, sea como sea, es un engrane del mismo proceso.
El amor propio es algo valioso e importante, sí, pero no es la primera cosa que le diría a todo el mundo que tiene que construir. Además de que es algo que se ve distinto en cada contexto y que es un trabajo de salud mental complejo. Querer empezar con eso es como querer iniciarse en el ejercicio corriendo un maratón, puede terminar haciéndonos más daño que bien y desanimándonos por completo de mantenernos en el proceso.
Porque el amor propio requiere a su vez un montón de habilidades más complejas que si la persona no ha construído aún va a ser muy complicado llegar ahí, sería como construir una casa sin poner antes los cimientos. Aunque se vea muy bonita no es un lugar que vaya a sostener a las personas que pretenden habitar ahí…
Y cuando le contaba a mi amiga dermatóloga sobre esta reflexión, ella me preguntaba “¿y qué te parecería importante que la gente construyera antes del amor propio?” Y la verdad es que son muchas cosas y en cada caso cambia, no tengo una respuesta aplicable a todo el mundo, pero si tuviera que dar un consejo a ciegas sobre un proceso a explorar antes incluso que el amor propio, ese sería el de la auto compasión, otra cosa difícil de tejer, pero que construye el espacio para un montón de experiencias emocionales más complejas, incluido el amor, mutuo y propio.
Pero sé que tampoco es algo sencillo y es otro concepto que hay que explorar con cuidado y, sobre todo, con una visión realista. Como en los cuidados de la piel, a veces es mejor limitarse a un par de cosas a la vez, no porque no haya mil otras que podemos explorar, sino porque el proceso sólo es sostenible cuando lo dejamos ser eso, proceso. Cambiante, flexible, incierto. Y cuando nos damos permiso de sostener una cosa a la vez, sin creer que sobre cargarnos de más teoría, palabras o prácticas nos va a hacer llegar más rápido a ese lugar final que, además, es ilusorio, porque este no es un lugar que llegue a su fin, sino un camino que está en continua expansión.
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-Maynné.