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Yo soy y seré siempre una aguerrida defensora de la colectividad, creo profundamente en el poder de los procesos comunitarios y sé que hay cosas que nomás no se pueden terminar de sostener sólo desde lo individual.
Pero resulta que vivimos en el capitalismo tardío y eso hace que nuestros contextos estén constantemente enalteciendo la individualidad, traten de generarnos culpa por necesitar de otrxs y nos bombardeen con ideas y conceptos que tienen el propósito de aislarnos cada vez más. Hay todo un auge respecto al “amor propio”, el “auto cuidado”, hacernos cargo del cuidado de nuestrx “niñx interno” y reparar sus heridas solo pensando en darle las cosas que le faltaron, pero nunca hablando de cómo mucha de esa falta ocurrió en contextos sociales y no sólo por un proceso que individualmente no supimos gestionar.
Y no es que haya algo de malo con esas cosas, todos son procesos interesantes que pueden resultar bastante útiles, pero el tema es que vemos por todos lados esa referencia de lo “auto”, lo “propio”, la sanación como una cosa que alcanzas meditando solx en un cuarto y escribiendo tus reflexiones en un journal. Hay un énfasis en la construcción de la salud mental desde lo individual y quedan de lado las exploraciones que remiten a lo “mutuo”, lo “colectivo”, lo que implica corresponsabilidad.
Afortunadamente, cada vez más personas notan esto y buscan hacer una crítica de ello, pero como consecuencia de eso también hay otro proceso del que me he percatado y que cada vez veo más: la romantización de lo comunitario. Hace poco vi una publicación en IG que decía “la comunidad salva” y, aunque estoy de acuerdo, es importante entender que la comunidad por sí sola no hace eso.
Si quieres hacer un huerto para cultivar vegetales y compras un terreno en donde planeas sembrar, el hecho de que tengas el terreno no implica que automáticamente tendrás vegetales. La diferencia entre tener un pedazo de tierra vacío o un huerto es el trabajo que inviertes (o no) en sembrar lo que sea que quieres que crezca ahí, monitorear y cuidar las plantas y cosechar en el momento adecuado. Así como podemos decir “la comunidad salva” podemos decir “el huerto alimenta” y sí, ambas son verdad, pero ninguna de las dos es un proceso que ocurre por sí sólo o que siempre lleve a los mismos resultados.
La comunidad, como la tierra, es un elemento vivo y, por lo tanto, es cambiante, complejo, sensible y difícil de sostener. Implica cuidados y, sobre todo, una buena dosis de tolerancia a la frustración. Lo comunitario nos da la posibilidad de sostener cosas que lo individual no, ya que tiene una estructura mucho más robusta y compleja, pero esa estructura debe estar cimentada en algo.
Hacer comunidad no es llegar a un espacio para reunirte con otras 5 personas y decidir que ahora van a cultivar un huerto juntas, implica mucho más que la intención y la meta compartida, se necesita crear sistemas que permitan que el espacio funcione. Esos sistemas a su vez deben estar consensuados entre todos los miembros y ese proceso de consenso conlleva diálogo, que naturalmente abre espacio a la discrepancia, la cual puede generar conflicto y, si este no es correctamente manejado, puede llevar a la ruptura o a una dinámica interna disfuncional.
Hacer comunidad a veces es alegría y encuentro, otras es conflicto y frustración. Es un proceso vivo de aprendizaje que puede darnos algunas de las más grandes esperanzas y, por otro lado, algunas de las más amargas decepciones. La comunidad salva, sí, pero también puede hundir, lastimar, abandonar, doler…
Y entonces, ¿por qué apostar por lo comunitario?
Pues porque es irrenunciable, porque vivimos en un mundo demasiado grande y complejo para pretender que podemos sobrevivir a él en soledad, porque en sus mejores momentos la comunidad nos expande, acompaña y sostiene. Porque la única forma de hacerle frente a la violencia de un sistema que se rige por el supremacismo individualista es a través de la organización colectiva y la apuesta radical por la construcción de un placer, una esperanza y un horizonte compartido.
Y entonces, si tanto amo la comunidad, ¿por qué mando una newsletter sobre lo dolorosa que puede ser? La respuesta es: justo por eso, porque me importa tanto que entendamos su valor que no quiero que corramos el riesgo de idealizarla y abandonarla al primer problema, porque les juro que problemas habrá, toda apuesta colectiva implica un aumento en la posibilidad estadística de conflicto y, aún así, hay que seguir, no tratando de evitar lo complicado, sino anticipando que llegará y pensando en cómo construir recursos preventivos para que cuando las cosas se compliquen no nos desborden o amenacen con tirar lo que hemos construido.
Aunque coincido con la premisa de que la comunidad salva, no sé si me encanta nombrarlo así, creo que preferiría decir “la comunidad sostiene”, porque la salvación apunta a un tipo de liberación o rescate de algo doloroso, pero sostener se refiere más al proceso de mantener algo en pie, firme. Algo que salva te saca del dolor, algo que sostiene te da contención mientras lo sientes y te permite, desde ese acompañamiento, tejer algo a partir de él.
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La playlist que escuché mientras escribía esta newsletter (música clásica con tintes megalomaníacos y melancólicos):
Monitoreo de tareas: esto es algo de lo que hablamos más profundamente en el Círculo ND, pero no saben cómo me ha servido cronometrar mis momentos de productividad e ir anotando el tiempo exacto que me toma hacer las cosas, no sólo me permite reajustar mi planeación porque de pronto tengo la percepción del tiempo alteradísima y asumo que algo que en realidad me toma una hora me tomaría 15 minutos, sino que también me ha ayudado a darme cuenta que avanzo mucho más de lo que creo en poco tiempo si estoy realmente enfocada en esa tarea, eso me ha ayudado a replantearme mis días laborales y a trabajar menos tiempo, pero con más eficiencia. Antes trabajaba (según yo) 8 horas al día, pero me desconcentraba un buen, me cansaba mucho y en realidad no sentía que fuera tan productiva, hoy trato de no trabajar más de cuatro horas al día, pero de que ese tiempo sea efectivo y de verdad esté las 4 horas enfocada sin distracciones. Suena poco pero en realidad es más que suficiente. 10/10 monitoreo, ha cambiado mucho mi vida.
Les mando un abrazo, Maynné.